Insólito: el año en que River se clasificó a la Libertadores y decidió no jugarla
El club de Núñez se clasificó a 42 ediciones de la Copa pero participó en 41. Fue la única vez en que un equipo argentino, junto a Vélez, desairó a la Conmebol. Los motivos.

Lo que para River hoy es una obsesión, la Copa Libertadores, más de una vez fue una opción ninguneada o rechazada. Si el club de Núñez eligió para el triangular por las semifinales de 1982 a los rivales más difíciles en lo deportivo para asegurarse un mayor beneficio económico con las recaudaciones (pidió enfrentar a Flamengo y Peñarol, en vez de a Cobreloa y Tolima como le había tocado, y lógicamente quedó eliminado), en 1969 tomó una decisión aún más drástica: se negó a jugar, se autoexcluyó en la primera ronda.
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En claro: River clasificó 42 veces a la Copa pero participó en 41 ediciones. Tan perjudicial para sus propios intereses fue aquella decisión de 1969 que se trató de la única ocasión, en conjunto con Vélez, en la que un club argentino desistió de presentarse en el máximo torneo de clubes de Sudamérica. La “rebelión” o el desplante duraría poco: ya al año siguiente, 1970, River volvería a jugar la Copa.
Algunas historias suelen ser desconocidas incluso para la Inteligencia Artificial. Si se le pregunta a ChatGPT por qué River no jugó la Libertadores de 1969, la respuesta será errónea: “Porque no se clasificó. En ese momento, los equipos argentinos que participaban en la Libertadores eran los dos finalistas del Nacional 1968, que fueron Vélez (campeón) y Racing (subcampeón)”.
En realidad, es cierto que los dos clasificados de Argentina para la primera fase de la Libertadores 1969 fueron el campeón y el subcampeón del Nacional 68 pero, por detrás del Vélez ganador, quedó River, mientras que Racing terminó tercero en el triangular que desniveló el triple empate con el que había terminado el torneo. Aquellos partidos -recordados también por el penal a favor de River que omitió el árbitro Guillermo Nimo por mano de Luis Gallo, defensor de Vélez- se jugaron a finales de diciembre de 1968. La Libertadores comenzaría casi enseguida, a finales de enero de 1969, pero ni Vélez ni River participaron.

Es cierto que, en aquel 1969, Estudiantes jugó la Libertadores, pero era el campeón defensor de la edición 1968 e ingresó directamente en semifinales: de hecho, al club de La Plata le bastarían cuatro partidos para sumar su segunda estrella. En la primera fase, en cambio, sólo hubo 16 equipos, dos por cada país, con excepción de Argentina y de Brasil. En el caso de los brasileños, sus ausencias solían ser más reiteradas: en 1966 y 1970, los compatriotas de Pelé tampoco presentaron equipos y en 1967 sólo anotaron uno de los dos permitidos.
Apenas comenzado 1969, el martes 7 de enero, los dirigentes de los equipos clasificados a la Libertadores 1969 se reunieron en Lima, sede de lo que entonces se llamaba Confederación Sudamericana de Fútbol (hoy Conmebol, radicada en Asunción). Los brasileños no viajaron pero los argentinos sí: desde Buenos Aires se presentaron dos representantes de River -el presidente, Julián William Kent, y el tesorero, de apellido Prevignano- y otro par de Vélez.
El bloque argentino tenía el apoyo de la AFA para pedirle conjuntamente a la Conmebol el cambio de un formato de juego que hoy suena delirante: la Copa de 1969 estaba planificada para jugarse entre el 16 de enero y el 31 de abril. River ya había participado en dos ediciones de la Libertadores, las de 1966 y 1967. En la primera resultó subcampeón tras una dolorosa final perdida ante Peñarol y una campaña larguísima, de 20 partidos -fue un torneo tan extenso que Daniel Onega convirtió 17 goles-. En la segunda ocasión, a pesar de quedar eliminado en la segunda fase, River sumó 16 presentaciones.
El problema adicional era que la Libertadores duraba pocos meses, por lo general hasta mayo, por lo que a los equipos argentinos se les acumulaba, entre febrero -cuando comenzaba la competencia doméstica- y ese mes, hasta cuatro partidos por semana sumados ambos torneos. El Metropolitano 1969 ya estaba planificado desde el 23 de febrero hasta el 7 de julio, o sea que a River y Vélez -en caso de avanzar en la Copa- el doble frente se les mantendría durante casi todo el primer semestre.
En cambio, según medios de la época, los argentinos recelaban de la influencia del delegado uruguayo en la actual Conmebol, Washington Cataldi -a la vez histórico dirigente de Peñarol-, porque el torneo de Uruguay recién comenzaba a partir de mayo. En consecuencia, durante gran parte del primer semestre, Nacional y Peñarol jugaban únicamente la Libertadores.
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River y Vélez, entonces, viajaron a Perú con una serie de reclamos a la dirigencia sudamericana, entre ellos que la final de la Copa 1969 se jugara recién en septiembre. “Argentina no puede supeditarse a lo que quieran los demás. Y menos cuando potencialmente representan mucho menos que nosotros”, sacó pecho Plinio Garibaldi, presidente de fútbol de River, en los primeros días de 1969.
Además, claro, estaba la cuestión económica. En tiempos sin derechos televisivos, los gastos en viajes y alojamiento implicaban un golpe al presupuesto, especialmente a países lejanos. El presidente de River -junto al de Vélez-, entonces, presentó una segunda propuesta a sus pares de la Confederación Sudamericana: que los equipos argentinos se enfrentaran en primera ronda a los representantes de tres de los países limítrofes, Paraguay, Uruguay o Chile. A la autoexclusión de Brasil, Argentina tampoco quería jugar contra los bolivianos para evitar la altura.
A River, por ejemplo, en la fase inicial de 1966 le había tocado contra rivales de Venezuela y Perú y en 1967, de Colombia y de Bolivia, pura pérdida para la tesorería en ambos casos. Ya en 1969, al llegar a la sede de la Conmebol en Perú para terminar de delinear los grupos -estaba claro que no se sorteaban sino que se acordaban-, Kent incluso expuso un preacuerdo con los dirigentes de Paraguay para enfrentarse en una misma zona desde el 9 de febrero al 28 de marzo. Los equipos de Colombia, Venezuela y Ecuador, al mismo tiempo, aceptaban conformar un grupo del norte de Sudamérica.
Pero según explicaría Kent, “hubo una confabulación para perjudicar a los argentinos”. El presidente de River contaría de regreso a Buenos Aires que, en medio de un punto muerto en las negociaciones -y con la Copa a punto de peligrar-, de repente el máximo dirigente de la Conmebol, el peruano Teófilo Salinas, salió de un cuarto intermedio y anunció un sorpresivo acuerdo general que sorprendió a los argentinos.
Según ese plan de ruta, River y Vélez debían enfrentar a los peruanos y bolivianos, representantes de dos países a los que preferían omitir -por los gastos económicos y por la altura-. Fue entonces que, sintiéndose perjudicados por Cataldi y Salinas, los argentinos se mantuvieron firmes y anunciaron que no jugarían una Copa que finalmente terminó realizándose del 31 de enero al 21 de mayo, la fecha en la que Estudiantes le ganaría la segunda final a Nacional y alcanzaría el segundo de sus tres títulos seguidos -repetiría en 1970-.
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Pero más allá de las cuestiones presupuestarias y del desgaste que sufriría el plantel por ese fixture tan extenso -en la actualidad, entre la primera fase y la final, los equipos necesitan 13 partidos para ser campeón, salvo que haya actuado además en la fase 2 y 3-, había un tercer factor: el deportivo. Aunque hoy suene raro, el campeonato local tenía entonces más prestigio que la Libertadores. River, incluso, estaba en la mitad de su desierto de los 18 años sin títulos, iniciado en 1957 y terminado en 1975, y los subcampeonatos se sucedían y la racha maldita no se terminaba.
Aunque era un órgano partidario -y semi oficial-, la revista River se preguntó en uno de sus temas de tapa del 14 de enero de 1969: “Sin Copa, ¿ganamos o perdemos?”. La respuesta estaba en un artículo en el interior de esa edición: “El campeonato local es demasiado importante como para andar tirando transpiración inútil por ahí y fundir innecesariamente al equipo. Cualquier campeonato argentino organizado aquí dará mayor beneficio deportivo y económico que la Libertadores, jugada como quería Salinas. Los argentinos tenemos dignidad. ¿Salimos ganando o perdiendo? GANANDO”.
Mientras Kent se jactaba: “Nosotros hicimos valer nuestros derechos”. En el resto del año River volvería a ser subcampeón dos veces, del Metropolitano tras una final perdida contra Chacarita, y del Nacional detrás de Boca. Curiosamente, por haber clasificado a la Libertadores 1969 -por más que no la hayan jugado-, River y Vélez no pudieron participar en la Copa Argentina de ese año, la primera versión del torneo que se repetiría en 1970 y se reiniciaría en 2012. ¿La explicación? En la Copa Argentina estaban excluidos los equipos clasificados a la Libertadores, por lo que el fixture también se armó sin Estudiantes. El campeón sería Boca.
Ya en 1970, los representantes de nuestro país volvieron a ser los dos primeros del Nacional, el campeón Boca y el subcampeón River. Esta vez sí hubo un acuerdo salomónico con la Confederación Sudamericana, aunque los dirigentes argentinos cedieron en tres puntos:
- 1) River y Boca aceptaron compartir su grupo con los dos representantes de Bolivia, a los que no habían querido enfrentar en 1969.
- 2) Los dos argentinos pasaron a la segunda fase, donde jugaron contra Universitario de Lima, campeón vigente del segundo país al que River y Vélez no habían querido viajar el año anterior -porque los peruanos no habían querido compartir los gastos-.
- 3) Fue otra vez un torneo corto, del 11 de febrero al 27 de mayo.
Pero, a su vez, es cierto que hubo menos partidos: River eliminó a Boca en la segunda fase y llegó hasta las semifinales, donde perdió contra Estudiantes -futuro tricampeón-, y jugó en total 12 partidos, casi la mitad que en 1966. Eso sí: si hoy se repitiera esa pregunta de la revista River en 1969, la de “Sin Copa, ¿ganamos o perdemos?”, la respuesta sería clara: derrota por goleada.
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