Cómo hizo Bolivia para tocar el cielo: el cambio de localía que la llevó al repechaje para el Mundial
La Verde venció a Brasil y buscará su tercera Copa del Mundo. La modificación de su estadio para recibir a los rivales, la apuesta por los jóvenes y la llegada de Óscar Villegas encendieron una ilusión que parecía apagada.

Con el triunfo por 1-0 ante Brasil, Bolivia escribió este martes una de las páginas más doradas de su historia futbolera: se aseguró un lugar en el repechaje rumbo al próximo Mundial y en marzo intentará alcanzar su tercera Copa del Mundo.
El camino hasta aquí estuvo lejos de ser sencillo. La Verde debió renunciar a su histórica fortaleza, el Estadio Hernando Siles de La Paz —ubicado a 3.650 metros de altura— para reinventarse aún más arriba, en El Alto, a 4.090 metros sobre el nivel del mar. Allí, casi tocando el cielo, encontró la ilusión que parecía haber perdido.
Hasta el cambio que se produjo en la séptima fecha de las Eliminatorias, Bolivia apenas había jugado dos partidos fuera de La Paz en toda su historia clasificatoria: durante el camino hacia México 1986, en Santa Cruz de la Sierra. Pero los malos resultados en el arranque, con Gustavo Costas en el banco —caídas ante Argentina (3-0) y Ecuador (2-1)— convencieron a la dirigencia de que había que dar un golpe de timón. Aunque la despedida en el Siles fue con una victoria frente a Perú (2-0), la sensación era que la altura de La Paz ya no pesaba como antes.
La Federación Boliviana tomó entonces una decisión audaz: mudar la localía al estadio Municipal de El Alto, inspirado en la experiencia de Always Ready, que en competiciones de Conmebol estaba invicto y había mostrado que allí el rival siempre sufría. La idea de construir ese escenario había nacido en 2013, bajo la presidencia de Evo Morales, como una bandera política en defensa del fútbol de altura, tras la polémica medida que la FIFA adoptó en 2007 prohibiendo partidos por encima de los 2.750 metros (resolución que un año después quedó sin efecto). Finalmente, en 2017, se inauguró el estadio, con capacidad para 24 mil espectadores, bastante menos que los 40 mil del Siles, pero con un aura propia.

A lo largo de las Eliminatorias fueron varios los jugadores que padecieron los efectos de la altura, incluso aquellos que viajaron a La Paz, como la propia Selección Argentina. La explicación es sencilla: a mayor altitud, la presión atmosférica disminuye y con ella también la presión parcial de oxígeno en el aire. Para quienes no están habituados, esto provoca lo que popularmente se conoce como “mal de altura”, con síntomas que van desde dolor de cabeza y cansancio hasta náuseas o pérdida del apetito.
En el caso de los deportistas de élite, el impacto es aún mayor porque influye de manera directa en el rendimiento físico. Por eso muchos equipos suelen recurrir a tubos de oxígeno para contrarrestar el déficit y evitar que el organismo se resienta. Sin embargo, más allá de estas dificultades y de la incomodidad que generan, nunca se comprobó que jugar en esas condiciones represente un riesgo real para la salud.

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El estreno de la Verde en El Alto fue el mejor presagio posible. Con el debut de Óscar Villegas en el banco, Bolivia arrolló 4-0 a Venezuela y comenzó a forjar allí una fortaleza inexpugnable: cuatro triunfos y dos empates en estas Eliminatorias. Las víctimas: Venezuela (4-0), Colombia (1-0), Chile (2-0) y Brasil (1-0). Los únicos que lograron escapar con vida fueron Paraguay (2-2) y Uruguay (0-0).
El impulso no quedó solo en casa. En el segundo partido con Villegas como DT, Bolivia logró un triunfo que rompió una maldición de más de tres décadas: venció 2-1 a Chile en Santiago, algo que no conseguía desde 1993, cuando goleó 7-1 a Venezuela. Pasaron 31 años, 1 mes y 20 días —67 partidos— para volver a ganar fuera de su territorio.
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Pero la ilusión boliviana no se explica únicamente por la mudanza de estadio y la ampliación de cupos que otorgó la FIFA (antes había cuatro plazas y media) porque en el próximo Mundial jugarán 48 seleccionados. También pesó la llegada de Villegas tras los pasos fallidos de Costas y del brasileño Antonio Zago, quien se marchó luego de la Copa América 2024. El entrenador apostó por una renovación profunda: frente a Brasil, salvo el arquero Carlos Lampe (38) y el defensor Luis Haquín (27), todos los titulares tenían menos de 25 años. Una generación joven, respaldada por un proyecto a diez años, que juega sin miedos y con la frescura de quien no carga con viejas derrotas.

Así, Bolivia volvió a soñar en grande. En marzo disputará un repechaje mundialista por primera vez desde 1978, cuando se topó con Hungría y quedó eliminado tras perder 6-0 en Budapest y 3-2 en La Paz. Esta vez, no tendrá la ventaja de la altura: el mini torneo será en México. Pero la Verde, que ya aprendió a volar más alto que nunca, quiere escribir otro capítulo inolvidable de su historia.
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